lunes, mayo 24, 2004

Moti-vación, moti-vación, moti-vación, gritaban los muchachos a la voladora en turno. Avidos de ver chichi y proyectar mujeres cinco metros sobre el nivel del mar, de gente que se dio cita en el mega concierto de rock Vive latino 2004, diversos grupos de mushashos fueron llevando su alfombra mágica por donde quiera que surgieran las valientes. El boleto para volar: enseñar chichi. Así, estaba uno viendo a los Babasónicos o a la Maldita, y zum, que entre uno y la banda surgían de entre las cabezas de fanes ellas, mujeres volando altísimo, provenientes de una alfombra propulsada por los brazos de un círculo de entusiastas tetófilos, como muchos que había esparcidos entre la multitud. Un gran espectáculo sin duda, verlas surgir a cada 20 segundos más o menos, y otra, y otra más, por todos lados, a lo largo y ancho del foro Sol, la masa ignorando que antes de subir al cielo se subían la playera, atendiendo al unánime grito de "moti-vación" que pedían los resorteros, los propulsores, los lanzadores, pidiendo combustible para continuar con tarea tan noble, subían a la siguiente, y en un círculo cerradísimo -un servidor tuvo que trepar "chinchi-lagüa" style para poder apreciar lo que se verificaba en dicho círculo antes de aventar a una mujer- le pedían motivación, y claro, habían las que se hacían del rogar, y no enseñaban. Las rejiegas apenas y eran propulsadas, claro, cuidando estos hombres las energías que debían colocarse en la gran celebración de las que si enseñaban el teclado; pura alegría vertical, verlas salir cortando el paisaje roquero con su espontánea y sorpendente ascensión. Y qué alto llegaban.
Sancho Panza se habría sentido en confianza, se habría sentido feliz por saber el gran espectáculo que daban las manteadas, y se habría prestado ahora sí con gusto a ser propulsado; incluso a la motivación, lo cual seguramente no sería del agrado de los muchachos, pero bueno, no se puede todo en esta vida, tal vez le pedirían "por favor no nos motives y te lanzamos", y él diría, mis chichis serán para otros, y un segundo después saldría catapultado, orgulloso por primera vez de un manteamiento, y en el punto más alto del aire, vería una ínsula, y hacia abajo gritaría: "¡mire, mire allá patrón!".


Me compré un yo-yo en el metro, me dije, nunca supe bien a bien hacer trucos con el yo-yo, así que me compré uno a cinco pesos, y le pregunté al vendedor: ¿se duerme? se duerme y se acuesta, contestó, qué pasó le dije, me dijo, el yo-yo hace lo que tú quieras, luego me dijo que no tendría que decirme cómo amarrarlo, que yo ya sabía, luego cuando por fin lo desamarré me dijo que se refería al yo-yo, le pedí perdón y se fue y yo me quedé con mi yo-yo azul rey, como el que tenía cuando chiquito, la verdad es que nunca me salió el columpio, nunca me salió el columpio y yo siempre dije que en el yo-yo sabía hacer el columpio, pero no es cierto, la verdad es que nunca me salió uno completito, ¿por qué? bueno pues porque nunca supe amarrar el yo-yo para que se durmiera, y cuando yo intentaba el columpio con mis yo-yo´s siempre tuvo que ser muy rápido, soltando la figura y quitando las manos antes que subiera otra vez el condenado, apenas iba a columpiarse el chamaco y quítense todos porque ahí viene esa madre subiendo. O bien, cuando me prestaron algún yo-yo que se dormía, lograba mecer el péndulo en su triángulo columpiador, pero al retirar el cirquito ya el yo-yo nunca volvía a subir a mí, así que años más tarde, hace tres días me compré un yo-yo para hacer finalmente el columpio y no mentir, al menos proyectando la nueva verdad hacia el pasado, sabiendo que sí, en efecto yo era capaz de completar un columpio yoyero que regresase a mi mano bien enredadito.

¡y ayer lo logré!

lunes, marzo 08, 2004

Ya sirve de nuevo la Magnavox!

miércoles, marzo 03, 2004

miendo una tortilla de maíz con aguacate y sal mientras pienso cómo voy a decir más pronto cae un hablador que un cojo. Mañana en la mañana empiezo los trámites para trabajar como ingeniero auditor en una secretaría. El ingeniero auditor observa, primero se la aprende, observa la ley, observa las construcciones, observa los costos, los proyectos, y si no se cumple la normatividad, denuncia a funcionarios públicos que hayan solapado, fomentado, planeado, alguna tranza.
Que Dios me bendiga.
Amén.

Una grabadora Magnavox me acompaña hace aproximadamente 10 años y hoy por primera vez no quiere tocar unos discos que estoy poniendo. Ha de ser por los dos discos piratas que compré afuera de la unam que sonaron poca madre, y me animaron a comprar otro, pero luego, después de atorarse en una canción por tercera vez, en el tercer disco pirata, que se llama The sweetest punch (en este caso una reinstrumentación de canciones de Elvis Costello y Burt Bacharach), y que parece que fue lo único que necesitó mi grabadora para ahora ni siquiera tocar discos de los que no son piratas. Entonces me dije, primero) qué bueno que no soy auditor de la sección de piratería musical,
segundo) qué bueno que no salieron buenos los discos
tercero) ya puedo declarar ante cualquier autoridad que “llegué a comprar piratería para experimentar en carne propia lo mal que le puede ir al consumidor cuando uno se arriesga a hacer una cosa así”.
cuarto) seguramente es sólo colocar un disco limpiador y se acaba el problema.
quinto) ojalá el disco limpiador limpie también las dedeadas que ya le di a un especie de disco interno de la grabadora viendo si podía prescindir de un disco limpiador y utilizar, primero varias veces el soplido limpiador, luego la limpieza digital sebácea.

A punto del silencio, puse el radio.

En el radio están diciendo que la Pasión de Mel Gibson (y la de Jesús, cuando la vea) ya está en DVD o VHS en su tendido pirata favorito del Df, Monterrey y Guadalajara, a diez, treinta y cuarenta pesos, subtitulada (la copia de los distribuidores mexicanos oficiales apenas llegó y todavía no le han puesto letritas).

Una convención republicana de los estados unidos está planeando llegar ante Janet Jackson para cortarle una teta. Alegan que ante todo está la decencia y que la negra debe pagar.

Siguen los deportes.

jueves, febrero 19, 2004

Traigo dos manchitas amarillas en la vista que se acaban de esfumar en este instante. Las vi en la pantalla blanca al prender la computadora y provienen de la imagen del pollo que se está cociendo en la cocina, al que fui a ver antes de venir y prender esto. Por la oscuridad circundante, al aparecer la pantalla blanca aparecieron ahí proyectadas las manchitas de piel de pollo o de grasa de pollo, pequeños residuos que no alcancé a quitarle a los muslos con hueso, a pesar de que les arranqué la piel sin ningún asco de ese infantil que a uno que no es muy diestro en la cocina le queda en la psique a veces hasta edad avanzada. Hasta lo limpié con limón, y luego le puse un diente de ajo, como me dijo hace una semana la vecina, para que no me supiera nomás a pollo. Mi mamá ha de haberme dicho eso hace buen rato, pero hasta hace unos días no lo había hecho. Luego dije, tengo cebollas, esta vez puedo usarlas, no como otras veces que cebollas y papas y lechuga se quedan ahí compradas y olvidadas en la cajita del refri y cuando después de semanas abro, ah jijo, no pos ya no.
Celebro que hoy, por primera vez desde que hago pollo para comer, he puesto un pedazo de cebolla en el agua donde se cuece. Todo empezó mal en 1999 en Las Cruces, cuando sometía a mediocres descongeladas pechugas sin piel ni hueso compradas en el Furr´s o en el Wal Mart, y claro, el pollo no hace milagros por uno. Arroz blanco y pollo, arroz blanco y pollo. Al siguiente día arroz blanco y pollo (y claro, si llegaba a ir a un restaurante, pues claro, a pedir pollo, por la nostalgia de su sabor). Pero bueno, éste que está en la estufa está a punto de quedar listo y va a ser el mejor pollo que he cocinado en mi vida.

Cambiando de tema, ayer, con el cuento de que ya estoy más en el departamento por razones escriturales, me encontraba leyendo, ahora sí, la Ilíada, y tocan a la puerta. Era el hijo de la vecina, quien entró... pero antes de acusar su osadía debo decir que bastantes favores les debo a los amables vecinos, que si cuando llegué un garrafón de agua, que si cuando estaba en el trabajo comprarme un cilindro de gas, que si un poco de sal, porque fíjese que la gente sigue diciendo que Lucas y yo estamos locos, pero era con azúcar el chiste, en fin, que si una olla porque se me olvido separar en bolsitas el pollo y tengo que hacer todo el paquete de un jalón, hasta me ofrecieron una tele descompuesta para que yo la llevara a componer a la vuelta con el eléctrico y la usara, esto último un ofrecimiento completamente de su parte ya que no he precisado ni extrañado la tele desde que llegué, pero que acepté pues no aceptarle una tele a alguien me dejaría como un sospechoso digno de vigilancia. En fin, ayer, ah, ya me acordé, fui a pedir la ollota que me habían prestado días antes, esta vez para cocer frijoles por primera vez en mi vida, orgulloso estaba yo de eso, y me dijo la vecina, si quieres mejor te presto la olla express, a lo cual respondí, menos emocionado que temeroso de que me fuera a explotar esa madre, pues salvo algunas veces en que mi madre en Chihuahua me dijo, apágale a los betabeles en quince minutos, o, le bajas a las 4:30 a los frijoles, nunca en mi vida había hecho uso responsable de una olla express. Mostré confianza en la cara y dije, nomás dime bien cómo le hago, a lo cual ella respondió abriendo la alacena y sacando una lata de frijoles refritos Verde Valle, mira, estos están muy ricos y son muy prácticos. Yo los acepté, a pesar de saber que todo alimento industralizado es menos bueno que el que uno cuece en la estufa, y cuando me estaba yendo, muy agradecido dije que cualquier cosa estaba a sus órdenes, y luego supe que al niño a veces le dejaban tareas con dibujos bien difíciles que la mamá, según me confesó, no podía hacer, dijo la mamá, es que yo no sé dibujar, y yo pensé, pues bueno, pero el niño podría aprender, pero no va uno a educar a los hijos de las vecinas así como así, y me quedé callado y dije que por supuesto, en caso de que se ofreciera con mucho gusto podía ayudarle con algunos dibujos difíciles que le dejaran. Ya en ese mismo momento, ante mi insistencia por ser cortés, el niño fue por su cuaderno y leímos, casi al unísono: Haga un cuadro sinóptico de la flora y la fauna de los bosques, y la mamá me miró como diciendo, ves, ya aquí necesitamos dibujos, mostrándome en el libro de texto un leopardo, un mapache, una ardilla, un rumiante cuyo nombre desconozco, y una lechuza. Pero yo, haciendo acto de memoria encontré que un cuadro sinóptico es aquel de llavecitas, como árbol genealógico salido de la pared, y al instante dije, tratando de no parecer muy feliz: Ah, bueno, pero un cuadro sinóptico no lleva dibujos pues es de esos que lleva llavecitas y puras letras. Nada de dibujos. Verdad, Roberto, le dije al niño, y él afortunadamente tenía un ejemplo de dichos cuadros en su cuaderno. Un cierto gesto de desilusión se dibujó en la mamá, quien a huevo quería que algo se dibujara, y dibujó un gesto en su cara, como diciendo, bueno, pues en otra ocasión será. Yo dije, bueno, gracias por la tele y por los frijoles, y me fui en sana paz a mi departamento. Ahí estuve, hice varias cosas, pasaron quizá dos horas, hasta que me puse a leer la Ilíada: Ayante Telamonio estaba diciéndole a Héctor, hijo de Príamo, que no iba a valer madres, cuando en eso tocaron a la puerta. Era el hijo de la vecina, quien cuaderno en mano me dijo, oye, que dice mi mamá que al fin sí voy a necesitar unos dibujos, mira, aquí están los colores, y deben ir en esta y en esta página del cuaderno. Son estos árboles y estos animales (el leopardo, el mapache, et al). Aquí te dejo. Yo le dije, estee, y, de dónde saco las plantas que te piden, ah, mira, de esta página los puedes copiar. Esteeee, con ganas de decirle, cómo no te pones a hacerlos tú, cabrón, pero dije, bueno, correpondencia, correspondencia por esta vez. Si quieres regresa como en media hora. Me dio risa, luego cerré la puerta, me senté y saqué un color café para empezar con el primer nivel de bosque, que era árboles de hojas caedizas, lo cual no fue muy difícil, luego seguí con el segundo nivel, que era bosque mixto, tanto árboles de hojas caedizas como árboles perennes, como pinos. Tampoco hubo problema, aunque me di cuenta que por hacerlos bonitos, me había tardado un poco más, luego el tercer nivel, bosques perennes, como robles y cedros, sin problema, como dibujar tres arbolitos de navidad. Pero seguía el leopardo y compañía, así que sin hacer un bosquejo previo tomé un color café, y fui dibujando el contorno de tan bonito animal. Qué bien iba quedando, hasta que otra vez llegué a la cola, y ay, huey, era como un leopardo-cerdo. Noté que su anatomía mostraba una cierta irregularidad, y tras dudarlo un poco, arranqué la página del cuaderno, el cual no era de espiral, sino de aquellos como revista, en que se arranca también la página al otro lado. Pues ahí estoy, borrando todo rastro de que se habían arrancado páginas. Finalizada la tarea, volví a la carga con el leopardo, esta vez empezando por la cabeza, luego la pata, fijándome bien, y sí, esta vez quedó una bonita imagen parecida a un felino. Las manchas que se las ponga él, me dije, y seguí con el mapache, el cual comencé a copiar a partir de las orejas, pero luego me fui dando cuenta que era de esos dibujos que no tienen contorno propiamente, sino que mediante el dibujo del pelaje en cierta disposición se va conformando la fisonomía del animal, y la cara del mapache era un reto de sutilezas y trazos que no mames, y como ya había empezado trazándolo igual al de la figura, pues fue un pedo para que el pinche mapache se pareciera a un mapache, y claro, al ver el reloj, me dije, un tanto presionado, este huey va a venir y yo voy a estar apenas con la ardilla, que no demoró mucho, si acaso algunos problemas con el hocico, luego el rumiante, que tampoco fue muy difícil, pero el b... y en eso tocan... Hola, oye, es que me falta el buho, si quieres date una vuelta en diez minutos. Ah, bueno, bye. Pinche buho, tenía unas rayas en la cara que ya en la desesperación me quedaron como si tuviera como que bigote. Pero me dije, sí, sí parece buho, y ya ni pedo. Poco después vinieron por los dibujos, y me preguntó el mocoso: ¿Oye, sabes de matemáticas?... Por orgullo ingenieril dije que sí, pero fui y dije que estaba leyendo y eso los presionó a llamarle a una compañerita que les dijo que detrás del libro venía la regla dividida en quintos que necesitaban para resolver su problema.
Y yo me regresé a casa a leer: Creo que están a punto de matar a Patroclo. Y se va a hacer un desmadre.

viernes, febrero 13, 2004

Escribir publicidad para un banco puede llegar a ser, en casos excepcionales, interesante. A pesar de siempre ser espantoso. Por eso renuncié.

Estoy un tanto preocupado porque la señora que vende glorias en los escalones del Centro (comercial) Coyoacán no ha estado ahí las últimas tres veces que he pasado. (Escandinavos: Gloria.- Dulce de leche y nueces, chicloso, del cual se origina el significado vulgar y religioso de la palabra.)
Nos hicimos amigos hace un mes, un día de tristeza. Iba pasando y me dijo: "Glorias, joven". Me acerqué y le conté lo que ya le había contado a dos taxistas, y me dijo cosas poca madre, o mucha madre, como todo lo que dicen las abuelitas. Después de buen rato de platicar, llegaron otros clientes y me chivié un poco. Decidí que ya era tiempo de irme, y antes, como pensando "todavía que te aliviano y te me quieres escapar", me dijo: "¿no se lleva una gloria, joven?". Me niego a pensar que sea por carera que las dé a siete pesos, dos pesos arriba de lo normal. Concluí que debía ser por una cuestión bíblica. Le pagué, le di muchas gracias, dijo que iba a rezar por mí, y me fui, con más gloria y menos pena.
Al día siguiente la vi, en el mismo lugar, camino al metro, y me dijo, cómo te va chiquito lindo. Le dije que todavía estaba triste el asunto. Le expliqué. Me dijo, ay, ya me está dando coraje eso que me dices. Y me soltó un consejo que, más que a la sensibilidad, incitaba a la promiscuidad. Esa vez no vendía glorias, vendía borrachitos (los escandinavos a ver cómo le hacen; ignoro de que estén hechos), y como de plano esa vez sí me vio muy jodido, me regaló uno.
Al otro día la volví a ver. Me preguntó que cómo estaba. Le dije que mucho mejor. Bendito sea Dios, mijo. Hablamos un poco, le compré una gloria y me fui. Y así, sin detenerme tanto, las siguientes veces: saludos, gloria, bye.

La última vez que la vi, tras saludarnos, le dije que ya todo estaba mucho mejor, y me dijo algo muy chingón, que ahorita no recuerdo exactamente. Antes de irme me acerqué y le planté un beso en la frente.

Desde entonces no la he vuelto a ver. Temo que en su casa le hayan dicho algo como: "no, Agüe, váyase de ahí, hay cada pinche loco que luego uno ni sabe qué van a intentar después".

Pero no creo. Yo soy una persona muy decente.


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Ahora puras glorias de cinco pesos.




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Manda este mensaje a siete perso...

martes, febrero 10, 2004

Hoy me levanté temprano para ir a hacerme unos análisis. Como buen previsor, llevé una bolsa de plástico con mi desayuno para comer después, cuando intentara llegar a tiempo al trabajo. Por disposición de un famoso naturista de Chihuahua la bolsa constaba de alguna fruta, verdura, dos almendras. También llevaba un atole de fresa que compré al salir del laboratorio (donde de noche trabajo para conquistar al mundo), pan del que me dijeron que no comiera, y miel. La dieta que yo esté llevando a nadie le importa, eso queda claro. Pero desde que me comí todo eso frente a un nutrido grupo de personas en un íntimo espacio, ya lo puede saber todo el mundo. (Nutrido porque seguro todos habían desayunado antes de salir.)
Lo que quiero decir es que hoy, martes 10 de febrero de 2004, a ojos del respetable, que curiosamente era predominantemente chilango, desayuné en un pesero (vehículo modelo Combi, diseñado originalmente en Alemania en 1950, rediseñado en México DF con cordón cierra puertas, accionado por mano, antebrazo y músculos del hombro izquierdo del chofer).
Inauguré mi osadía a pocas cuadras de Insurgentes partiendo un limón con un cuchillo hotelero. Volví a la carga partiendo una de las veduras. Tres minutos después la vergüenza que le dio a los demás se había resumido a las miradas de una muchacha en la esquina opuesta (la esquina opuesta quedaba aproximadamente a un metro con setenta centímetros), quien no alcanzaba a entender por qué me empeñaba en comer frente a los demás, y además saludablemente.

Hablando de salud, el próximo viernes termino una residencia artística que duró un mes y diez días. O diciendo lo mismo de otra manera, el próximo viernes dejo este trabajo publicitario (y no me refiero al blog).
Me dedicaré a la escritura de un libro de relatos. Y a publicar en revistas.

No voy a trabajar de ingeniero. Adiós tarjeta platino.
Bienvenido Homero (con esas rimas, mejor la tarjeta).

Hago bien.
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En otras cosas de naturismo, ayer descubrí los tlacoyos.

lunes, febrero 02, 2004

Entre la esperanza y la realidad yace una novela llamada El mundo de ocho espacios, de la cual ya hablé aquí. La escribí entre los 26 y los 29 años. Hoy un agente literario por teléfono me dijo que le interesaban mucho mis cuentos (Los cuentos de la mujer perdida), escritos hace 5 años, y que podía pasar a recoger el engargolado de mi novela cuando quisiera. Yo le dije que últimamente mi escritura estaba retomando un tono más parecido al de mi primer trabajo y que le haría llegar lo más reciente de mi producción cuando terminara algo nuevo. Me dio esperanzas de incluirme en su catálogo de representados cuando esto pase.
Es decir, al mundo de ocho espacios que se lo lleve el diablo.
El hecho de que siete de cada tres personas que leen la mencionada novela no la entienden al principio parece explicar por qué tampoco esta vez fue la excepción.
Al colgar el teléfono, me vi frente a una página de Word que contenía mi más reciente trabajo publicitario (del cual ahora no puedo hablar con tanta ironía pues era un trabajo encargado por el dueño de la empresa, quien se preocupa por mi estabilidad emocional y de vez en cuando me encarga trabajos más edificantes). Total, lo que quería decir es que al colgar el teléfono me vi ante la página electrónica, llevando el cursor de arriba a abajo de la página con las teclas "flechita arriba", "flechita abajo" (vea usted el manual de su computador), así, al menos unas diez veces, como en una reacción involuntaria parecida a manejar sin rumbo por media hora, esto ante el rechazo de tan arduo trabajo novelístico. Porque deben ustedes saber que escribir algo raro tiene su chiste. Pero entonces, inspirado por esa serie de pensamientos constructivos que le vienen a uno en momentos difíciles, me dije: chingada madre, y yo que creía que le iba a gustar.

Tengo el consuelo de recordar lo que Jung dijo sobre libros como el mío (afortunadamente Jung ya no está aquí para decirme que no se refería a libros como el mío, sino a otros):
"que sólo serán comprendidos en la siguiente generación".

De mutantes.

¿Pero quién no es junguiano entre los 26 y los 29 años de edad?, excluyendo, claro, a los empresarios, administradores, ganaderos y ex-a-Tecs. Recuerdo con cariño a un amigo que tenía un comic llamado: "Ahí vienen los ex-a-Tecs-rrestres".

EMDOE fue escrito bajo una serie de coincidencias entre lo escrito, lo vivido, lo pensado, lo planeado, lo soñado, lo anticipado, lo percibido, lo pachequeado, y aquí dirán muchos: Ya salió el peine! Pero no, El mundo de ocho espacios lo vivimos a diario, todos: ustedes y yo. Que esté raro realmente no es culpa mía, soy un escritor de nuestro tiempo.

(Qué patético: Joven escritor justifica su libro frente a sí mismo.)
Pero van a ver.

Seguramente la tele, o un libro de Pérez Reverte.

viernes, enero 30, 2004

Pinche Kafka. Si hubiera ganado una beca del fondo para la cultura y las artes checoeslovacas y se hubiera conseguido un trabajo de medio tiempo, habría terminado sus obras, habría sido más famoso en vida, no se habría muerto pensando que toda su obra, según petición propia, iba a ser quemada, y lo más importante: no sería el ejemplo que le sacan a los escritores que anhelamos más de 3 horas diarias para la lectura y/o escritura, no anteriores a las 6:00 de la mañana, y no más allá de las nueve de la noche.
Intenten ustedes llegar a su casa a las 8 de la noche a leer la Ilíada después de: escribir cartas para tarjetahabientes platino, nómina empresarial paquete básico, preferente, premier, anuncios, un superior con el sentido del humor localizado en la zona hepática, que además secretamente me odia por haberlo agarrado inflagranti mientras era seguramente infla-do por una colega (entré a la oficina de ella y vi la siguiente escena: él, detrás de ella, de pie, con el auricular del teléfono al oído, muy concentrado, como si en verdad uno pudiera hablar con el tono para marcar. Ella, sentada normalmente ante el escritorio, de espaldas a él, viendo hacia la pared de enfrente, también sin hablar. Una escena bastante natural para dos adulteros cuando un subordinado toca dos veces, duda un poco, y abre la puerta, instado por alquien de afuera, que le dice a uno: no hay problema, toca y entra), dos horas para comer, que en realidad se convierten en media hora para comer, media para esperar a que empiece 100 mexicanos dijeron, una hora de 100 mexicanos dijeron, regresar, corregir las cartas, los promocionales, para luego ver que no usaron la mitad de lo que uno escribió.
Pinche Homero, ¿a qué horas escribiste la Ilíada, a qué hora la corregiste? En ese entonces ni había 100 mexicanos dijeron, ni tarjetas de crédito, ni promocionales, ni seguros de desempleo. Esto último me trae a la cabeza la idea que le propuse ayer al dueño de la empresa, quien sí es una persona a toda madre. Le dije: cómo la ves si hago un buen trabajo creativo, pero vengo de 9 a 4. Así yo produzco poca madre, y alcanzo a leer el primer canto de la Ilíada antes de cumplir los 30 años.
Me dijo que me entendía, pero luego me dijo, ¿y si no se puede, qué pasa?. Y como yo siempre tengo un 3 de diamantes bajo la manga, le dije: pues trabajo 2 meses más y le dejo la oportunidad a otro creativo.
A pesar de que hay alguna esperanza de que me concedan eso, los dos meses empezaron a correr desde ayer.
Ya que no habrá lugares que me permitan trabajar medio tiempo donde me alcance para pagar la renta, la luz, etc., puedo perder mi día trabajando en otro lado como ingeniero, ganando más. Si no voy a poder leer la Ilíada, al menos debo poder conseguir una tarjeta platino.
Y esto último, señoras y señores, es la bienvenida a nuestra civilización.





martes, enero 27, 2004

Aquí en el trabajo tengo que pensar en comerciales de televisión que hagan a la gente conocer un mundo de posibilidades. El mundo de posibilidades lo otorga un banco español. El mundo de ocho espacios es el nombre de una novela que escribí. El mundo de posibilidades del banco español incluye... creo que la máquina se ha metido al blog. Sal máquina, sal.
Pero bueno, anuncié mi novela.
Esa novela cuenta con un apoyo inaudito e inédito en el mundo literario... Creo que nunca me he explicado mejor.
Pero vendrán otras novelas que hagan a la gente pensar sobre el primer libro del mundo de ocho espacios...

"Qué bueno que escribió otras novelas".

A veces me pongo unos audífonos para oír música en la red. Creo que tengo desde ayer esperando a que se acabe "Bitches Brew" de Miles Davis. Le han de haber quedado los cachetes todos guangos al huey cuando terminó. Hay una leyenda que dice que Miles Davis decidió que como esa rola nunca iba a acabar, podría continuarla en cualquier momento, y dejaría que el jazz de la vida hiciera los fill ins, y los otros solos, mientras él volvía a entrar. Así, algunas veces, en un supermercado con su mujer, le decía en medio de una conversación "pérame", y se ponía a tocar unas líneas, porque había venido siguiendo la secuencia. "Ora sí, dime".




El relojito ya no miente. Descubrí una función para cambiar el tiempo. Por lo pronto lo he puesto en la hora que es ahora: 9:30 AM. Después voy a cambiar el reloj para manipular mis actividades de acuerdo a un horario alternativo. Me explicaré cuando lo haga. Por lo pronto aquí estoy, a punto de ir a una junta donde todos explican lo que han estado haciendo en su trabajo. Estoy en el tercer piso. Hay una ventana que muestra unas azoteas, unos tinacos, unos tendederos, una antenas de televisión, árboles. Luego, más abajo, si uno se asoma, un asilo para señoras, casi todas ancianas. No me siento especialmente inspirado. Pero quiero ir escribiendo algo. Hoy en el microbus escuché en el radio, o bien, hoy en el radio escuché a una señora, o bien, hoy escuché a una señora que en el radio nos decía a todos los del microbus, que dos años antes su esposo se había ido con la secretaria, y el esposo, para darle el divorcio, le pedía a ella que le diera una pensión. La señora quejosa daba algunos detalles sobre las manías de su maridito, hinchados de tanto folclor, que todos en el micro veníamos dándonos una atragantada de morbo.
El chofer del micro estuvo chingue y chingue con que me quitara de donde yo estaba porque no lo dejaba ver su espejo. Me moví. Una mujer me vio con cara de chilanga por la mañana, como diciendo, quítate pendejo que me voy a bajar. Yo bajé detrás de ella. Rapidísimo lo supo y me volteó a ver con esa mirada que uno se acostumbra a tener aquí, para ver si nadie te sigue. Pero yo iba por otro lado.
Salí del micro, caminé unas cuadras, subí escalones, saludé al poli de la entrada, saludé a un colega. Abrí esto. Llegué escribiendo, hasta aquí.


lunes, enero 26, 2004

Bueno, aquí empieza esto. Venga lo que venga. Bienvenidos los que lo lean.
Me quedan treinta días antes de los treinta. En realidad son treinta y uno antes de los treinta. Pero no se oye tan bien.
Nací un lunes a las nueve cuarenta y cinco de la noche. Este blog (iba a decir esta madre pero no sé si deba usar este tono aquí, y tan pronto) nació por ahí de las doce y cuarto de un lunes también (el relojito que dice a qué horas coloca uno los avisos, miente). Ustedes saben (¿quiénes son "ustedes"?), esto de tener una computadora en el trabajo.
Ya van dos veces que pasa alguien y como rayo minimizo esta ventana. Nunca he usado el messenger, y hay cierto orgullo en decirlo. Pero el blog me cae bien. (Gracias a mi buen amigo, Jaime Andrade, por instarme a esto.) Chale, otra vez pasó alguien con otro alguien, y lo único que alcancé a minimizar fue mi cara de idiota. Con un gesto decidido intenté que se dijeran a sí mismos "ha de ser parte de su trabajo". Quiero pensar que al entrar me dieron estas instrucciones: "Usted está aquí para escribir anuncios de todo tipo, y para crear y ampliar un blog que trate de lo que usted quiera". Yo habré dicho "Ok, voy a intentarlo".