jueves, febrero 19, 2009

Herramientas para ayudarnos a ser individuos completos.
(O, en otras palabras, dejar de ser machistas.)
Parte 1 de 1000


Willhelm Reich escribió un pequeño gran libro, titulado “¡Escucha pequeño hombre!”

“La diferencia entre un gran hombre y un pequeño hombre radica en que el gran hombre sabe que tiene que lidiar en sí mismo con un pequeño hombre. El pequeño hombre no sabe esto, por eso es pequeño hombre.”

Nuestra amplitud de conciencia cambia durante el día, todos los días. Si queremos mejorar como personas es nuestro deber saberlo y tomar medidas para no dejar caer nuestra estatura interior a niveles en los que podamos cometer tonterías hacia nosotros mismos y hacia los demás. Hay varias maneras de hacerlo. Palabras sabias abundan para nutrir el espíritu, pero a veces nuestro sistema está bajo estrés y nos es más difícil hacer lo correcto en el momento correcto. Una forma de ayudarnos para poder aplicar a tiempo lo que sabemos que es bueno en tal o cual situación es tomar el hábito diario de la meditación. Al inicio del día servirá para calmar nuestra mente y nuestro espíritu mediante respiraciones que oxigenen nuestro cuerpo, a tal grado que podamos mantener una luz siempre prendida en la conciencia.

Cuando no estamos en contacto con lo mejor de nosotros durante el día, cuando dejamos que esa luz empiece a apagarse es cuando vienen la ansiedad, las insensateces, los egoísmos, los desatinos, el miedo irracional, las figuraciones destructivas, los gritos, la violencia. Con la meditación (10 minutos en la mañana y 10 en la tarde) es muy probable que el cuerpo, la mente y el espíritu se hagan de un seguro contra accidentes mentales para todo el día, ya que si meditamos como hábito diario es menos probable que diariamente al salir a las calles de la vida nos atropellemos emocionalmente los unos a los otros, permitiéndonos incluso evitar todo tipo de abolladuras menores.

Hay muchas maneras correctas de meditar, aquí una: Intente en las mañanas darse una pausa antes de desayunar, sentándose en una silla o en un banco (o si es de esas personas que consiguen darnos envidia a todos los demás al conseguir sentarse en flor de loto, pues adelante). Coloque la espalda y la cabeza erguidas en forma relajada. Cierre los ojos y coloque su “vista interior” en el entrecejo. Comience a respirar lentamente por la nariz, como si llenara de aire el estómago, dejando que éste se infle (eso indica que sus pulmones se están llenando desde abajo). Cuando sienta que sus pulmones están llenos (sin esfuerzo, debe ser un ejercicio relajado, casi silencioso), empiece a soltar el aire también por la nariz con el mismo ritmo con el que éste entró. Mientras respira de esta forma, empiece a tomar conciencia de la información que llega de sus sentidos: los aromas del lugar; la forma en que su propio peso se distribuye en el asiento; el aire, la brisa, el calor o el frío en su piel; los sonidos del ambiente en donde está. Siga respirando lenta, tranquilamente, sintiendo todo a su alrededor, y con su “vista interior” en el entrecejo. En pocos minutos sin notarlo dejará de poner su atención en todos esos pensamientos que dan vueltas y vueltas en su cabeza, y usted estará meditando tranquilamente. Le agradará hacerlo durante unos 10 minutos (se sentirá tan bien que tal vez su cuerpo quiera quedarse ahí por 20 minutos o más, si usted y su tiempo se lo permiten). No le pida nada a la meditación, sólo dése ese regalo todos los días antes de desayunar (puede ser a cualquier hora, sólo no se recomienda durante la digestión), y de nueva cuenta, dése un breve tiempo en la tarde, por ahí de las 7, o a la hora que usted guste o sienta que lo requiera.
Estando más tranquilos, nos será más fácil encontrar mejores soluciones a todo los retos que la vida nos presente. Nos será más fácil dar verdadero amor.

Meditar es una forma de ayudarnos a mantener prendida la luz de la conciencia, para que en esos momentos inesperados del diario acontecer no sea la oscuridad lo que nos salga a deslucir.