lunes, mayo 24, 2004

Moti-vación, moti-vación, moti-vación, gritaban los muchachos a la voladora en turno. Avidos de ver chichi y proyectar mujeres cinco metros sobre el nivel del mar, de gente que se dio cita en el mega concierto de rock Vive latino 2004, diversos grupos de mushashos fueron llevando su alfombra mágica por donde quiera que surgieran las valientes. El boleto para volar: enseñar chichi. Así, estaba uno viendo a los Babasónicos o a la Maldita, y zum, que entre uno y la banda surgían de entre las cabezas de fanes ellas, mujeres volando altísimo, provenientes de una alfombra propulsada por los brazos de un círculo de entusiastas tetófilos, como muchos que había esparcidos entre la multitud. Un gran espectáculo sin duda, verlas surgir a cada 20 segundos más o menos, y otra, y otra más, por todos lados, a lo largo y ancho del foro Sol, la masa ignorando que antes de subir al cielo se subían la playera, atendiendo al unánime grito de "moti-vación" que pedían los resorteros, los propulsores, los lanzadores, pidiendo combustible para continuar con tarea tan noble, subían a la siguiente, y en un círculo cerradísimo -un servidor tuvo que trepar "chinchi-lagüa" style para poder apreciar lo que se verificaba en dicho círculo antes de aventar a una mujer- le pedían motivación, y claro, habían las que se hacían del rogar, y no enseñaban. Las rejiegas apenas y eran propulsadas, claro, cuidando estos hombres las energías que debían colocarse en la gran celebración de las que si enseñaban el teclado; pura alegría vertical, verlas salir cortando el paisaje roquero con su espontánea y sorpendente ascensión. Y qué alto llegaban.
Sancho Panza se habría sentido en confianza, se habría sentido feliz por saber el gran espectáculo que daban las manteadas, y se habría prestado ahora sí con gusto a ser propulsado; incluso a la motivación, lo cual seguramente no sería del agrado de los muchachos, pero bueno, no se puede todo en esta vida, tal vez le pedirían "por favor no nos motives y te lanzamos", y él diría, mis chichis serán para otros, y un segundo después saldría catapultado, orgulloso por primera vez de un manteamiento, y en el punto más alto del aire, vería una ínsula, y hacia abajo gritaría: "¡mire, mire allá patrón!".


Me compré un yo-yo en el metro, me dije, nunca supe bien a bien hacer trucos con el yo-yo, así que me compré uno a cinco pesos, y le pregunté al vendedor: ¿se duerme? se duerme y se acuesta, contestó, qué pasó le dije, me dijo, el yo-yo hace lo que tú quieras, luego me dijo que no tendría que decirme cómo amarrarlo, que yo ya sabía, luego cuando por fin lo desamarré me dijo que se refería al yo-yo, le pedí perdón y se fue y yo me quedé con mi yo-yo azul rey, como el que tenía cuando chiquito, la verdad es que nunca me salió el columpio, nunca me salió el columpio y yo siempre dije que en el yo-yo sabía hacer el columpio, pero no es cierto, la verdad es que nunca me salió uno completito, ¿por qué? bueno pues porque nunca supe amarrar el yo-yo para que se durmiera, y cuando yo intentaba el columpio con mis yo-yo´s siempre tuvo que ser muy rápido, soltando la figura y quitando las manos antes que subiera otra vez el condenado, apenas iba a columpiarse el chamaco y quítense todos porque ahí viene esa madre subiendo. O bien, cuando me prestaron algún yo-yo que se dormía, lograba mecer el péndulo en su triángulo columpiador, pero al retirar el cirquito ya el yo-yo nunca volvía a subir a mí, así que años más tarde, hace tres días me compré un yo-yo para hacer finalmente el columpio y no mentir, al menos proyectando la nueva verdad hacia el pasado, sabiendo que sí, en efecto yo era capaz de completar un columpio yoyero que regresase a mi mano bien enredadito.

¡y ayer lo logré!