viernes, enero 30, 2004

Pinche Kafka. Si hubiera ganado una beca del fondo para la cultura y las artes checoeslovacas y se hubiera conseguido un trabajo de medio tiempo, habría terminado sus obras, habría sido más famoso en vida, no se habría muerto pensando que toda su obra, según petición propia, iba a ser quemada, y lo más importante: no sería el ejemplo que le sacan a los escritores que anhelamos más de 3 horas diarias para la lectura y/o escritura, no anteriores a las 6:00 de la mañana, y no más allá de las nueve de la noche.
Intenten ustedes llegar a su casa a las 8 de la noche a leer la Ilíada después de: escribir cartas para tarjetahabientes platino, nómina empresarial paquete básico, preferente, premier, anuncios, un superior con el sentido del humor localizado en la zona hepática, que además secretamente me odia por haberlo agarrado inflagranti mientras era seguramente infla-do por una colega (entré a la oficina de ella y vi la siguiente escena: él, detrás de ella, de pie, con el auricular del teléfono al oído, muy concentrado, como si en verdad uno pudiera hablar con el tono para marcar. Ella, sentada normalmente ante el escritorio, de espaldas a él, viendo hacia la pared de enfrente, también sin hablar. Una escena bastante natural para dos adulteros cuando un subordinado toca dos veces, duda un poco, y abre la puerta, instado por alquien de afuera, que le dice a uno: no hay problema, toca y entra), dos horas para comer, que en realidad se convierten en media hora para comer, media para esperar a que empiece 100 mexicanos dijeron, una hora de 100 mexicanos dijeron, regresar, corregir las cartas, los promocionales, para luego ver que no usaron la mitad de lo que uno escribió.
Pinche Homero, ¿a qué horas escribiste la Ilíada, a qué hora la corregiste? En ese entonces ni había 100 mexicanos dijeron, ni tarjetas de crédito, ni promocionales, ni seguros de desempleo. Esto último me trae a la cabeza la idea que le propuse ayer al dueño de la empresa, quien sí es una persona a toda madre. Le dije: cómo la ves si hago un buen trabajo creativo, pero vengo de 9 a 4. Así yo produzco poca madre, y alcanzo a leer el primer canto de la Ilíada antes de cumplir los 30 años.
Me dijo que me entendía, pero luego me dijo, ¿y si no se puede, qué pasa?. Y como yo siempre tengo un 3 de diamantes bajo la manga, le dije: pues trabajo 2 meses más y le dejo la oportunidad a otro creativo.
A pesar de que hay alguna esperanza de que me concedan eso, los dos meses empezaron a correr desde ayer.
Ya que no habrá lugares que me permitan trabajar medio tiempo donde me alcance para pagar la renta, la luz, etc., puedo perder mi día trabajando en otro lado como ingeniero, ganando más. Si no voy a poder leer la Ilíada, al menos debo poder conseguir una tarjeta platino.
Y esto último, señoras y señores, es la bienvenida a nuestra civilización.





martes, enero 27, 2004

Aquí en el trabajo tengo que pensar en comerciales de televisión que hagan a la gente conocer un mundo de posibilidades. El mundo de posibilidades lo otorga un banco español. El mundo de ocho espacios es el nombre de una novela que escribí. El mundo de posibilidades del banco español incluye... creo que la máquina se ha metido al blog. Sal máquina, sal.
Pero bueno, anuncié mi novela.
Esa novela cuenta con un apoyo inaudito e inédito en el mundo literario... Creo que nunca me he explicado mejor.
Pero vendrán otras novelas que hagan a la gente pensar sobre el primer libro del mundo de ocho espacios...

"Qué bueno que escribió otras novelas".

A veces me pongo unos audífonos para oír música en la red. Creo que tengo desde ayer esperando a que se acabe "Bitches Brew" de Miles Davis. Le han de haber quedado los cachetes todos guangos al huey cuando terminó. Hay una leyenda que dice que Miles Davis decidió que como esa rola nunca iba a acabar, podría continuarla en cualquier momento, y dejaría que el jazz de la vida hiciera los fill ins, y los otros solos, mientras él volvía a entrar. Así, algunas veces, en un supermercado con su mujer, le decía en medio de una conversación "pérame", y se ponía a tocar unas líneas, porque había venido siguiendo la secuencia. "Ora sí, dime".




El relojito ya no miente. Descubrí una función para cambiar el tiempo. Por lo pronto lo he puesto en la hora que es ahora: 9:30 AM. Después voy a cambiar el reloj para manipular mis actividades de acuerdo a un horario alternativo. Me explicaré cuando lo haga. Por lo pronto aquí estoy, a punto de ir a una junta donde todos explican lo que han estado haciendo en su trabajo. Estoy en el tercer piso. Hay una ventana que muestra unas azoteas, unos tinacos, unos tendederos, una antenas de televisión, árboles. Luego, más abajo, si uno se asoma, un asilo para señoras, casi todas ancianas. No me siento especialmente inspirado. Pero quiero ir escribiendo algo. Hoy en el microbus escuché en el radio, o bien, hoy en el radio escuché a una señora, o bien, hoy escuché a una señora que en el radio nos decía a todos los del microbus, que dos años antes su esposo se había ido con la secretaria, y el esposo, para darle el divorcio, le pedía a ella que le diera una pensión. La señora quejosa daba algunos detalles sobre las manías de su maridito, hinchados de tanto folclor, que todos en el micro veníamos dándonos una atragantada de morbo.
El chofer del micro estuvo chingue y chingue con que me quitara de donde yo estaba porque no lo dejaba ver su espejo. Me moví. Una mujer me vio con cara de chilanga por la mañana, como diciendo, quítate pendejo que me voy a bajar. Yo bajé detrás de ella. Rapidísimo lo supo y me volteó a ver con esa mirada que uno se acostumbra a tener aquí, para ver si nadie te sigue. Pero yo iba por otro lado.
Salí del micro, caminé unas cuadras, subí escalones, saludé al poli de la entrada, saludé a un colega. Abrí esto. Llegué escribiendo, hasta aquí.


lunes, enero 26, 2004

Bueno, aquí empieza esto. Venga lo que venga. Bienvenidos los que lo lean.
Me quedan treinta días antes de los treinta. En realidad son treinta y uno antes de los treinta. Pero no se oye tan bien.
Nací un lunes a las nueve cuarenta y cinco de la noche. Este blog (iba a decir esta madre pero no sé si deba usar este tono aquí, y tan pronto) nació por ahí de las doce y cuarto de un lunes también (el relojito que dice a qué horas coloca uno los avisos, miente). Ustedes saben (¿quiénes son "ustedes"?), esto de tener una computadora en el trabajo.
Ya van dos veces que pasa alguien y como rayo minimizo esta ventana. Nunca he usado el messenger, y hay cierto orgullo en decirlo. Pero el blog me cae bien. (Gracias a mi buen amigo, Jaime Andrade, por instarme a esto.) Chale, otra vez pasó alguien con otro alguien, y lo único que alcancé a minimizar fue mi cara de idiota. Con un gesto decidido intenté que se dijeran a sí mismos "ha de ser parte de su trabajo". Quiero pensar que al entrar me dieron estas instrucciones: "Usted está aquí para escribir anuncios de todo tipo, y para crear y ampliar un blog que trate de lo que usted quiera". Yo habré dicho "Ok, voy a intentarlo".